Texto: Jazmín Ruiz Díaz@min_erre
En Londres es verano y verano significa ganas de playa y mar, especialmente para quien viene de un país sin litoral. ¿Qué es lo que tanto nos atrae del mar? Quizás sea su calma teñida de distintas tonalidades de azul; quizás, su imponente inmensidad nos deja una pregunta abierta sobre lo que habrá del otro lado; quizás, sea la posibilidad de aventurarse a lo desconocido. Para mí, es un poco de todo lo anterior, y hoy me lleva a recordar las últimas playas que tuve la suerte de visitar en Sicilia.
En esta región del sur de Italia se combina todo lo que alguien como yo puede buscar en un destino de vacaciones: paisajes memorables, buen vino —punto no negociable—, una gastronomía local que hace agua la boca, y playas que inviten a no hacer nada más que disfrutarlas. Y qué playas tiene Sicilia. Pero de ellas, ninguna me atrapó tanto como las que se reserva la isla de Salina, parte del archipiélago volcánico más conocido como islas Eolias (o Eólicas).
A Salina llegué sin saber mucho del destino y gracias a la suerte de tener como guías y compañeras de viaje a mis dos primas (italianas made in Paraguay (o paraguayas con ascendencia italiana, si viene al caso). Sin embargo, aun siendo mi primera vez en Sicilia, los 10 días de recorrido estuvieron marcados por una sensación de familiaridad que solo pueden brindarte los libros; en este caso, uno en particular: La Odisea.
Este poema épico de Homero gira en torno a la travesía de Ulises, quien, al culminar la guerra de Troya, empieza el viaje de regreso a casa. Por supuesto, el camino no es fácil y los obstáculos que se le aparecen a nuestro protagonista no son menores. Pero Ulises no es un héroe como los demás, él se caracteriza por un ingenio particular, que lo ayuda a superar los diferentes desafíos con astucia hasta llegar a Ítaca, en donde su hijo Telémaco y su esposa Penélope lo esperan hace años. Pues bien, Sicilia y sus aguas conforman parte del escenario donde se desarrolla la narración.
Por ejemplo, en Aci Trezza, un pequeño y encantador pueblo pesquero, se encuentran los Faraglioni, dos majestuosas formaciones rocosas enfrentadas que también son llamadas islas Cíclope. El nombre se lo deben al cíclope Polifemo, quien en La Odisea aparece atrapando a Ulises y su tripulación en su cueva. Sin embargo, el héroe logra escapar cegando al cíclope y este, furioso, lanza al mar un par de piedras del volcán Etna. Según la leyenda, desde entonces los Fariglioni descansan en el mar a la vista, como un testimonio de la victoria de Ulises.
Así también, las islas Eólicas, que se caracterizan por las aguas calmas y transparentes que las vuelven un destino más que atractivo en verano, llevan su nombre en honor a Eolo, divinidad griega de los vientos. En la Odisea, Eolo bendice el viaje de retorno de Ulises con vientos favorables y aguas calmas, y guarda todos los vientos contrarios en una bolsa que le entrega para que proteja. Pero cuando sus marineros la desatan creyendo encontrar allí algún tesoro, les toca enfrentarse a las tempestades y volver gran parte del camino recorrido.
Habiendo leído de joven una versión adaptada de la Odisea, siempre me sentí fascinada por las aventuras de Ulises. Pero sobre todo me llamaba la atención la otra historia no contada: la de su esposa Penélope en Ítaca, que destejía por las noches lo que tejía de día como una promesa de espera hacia su marido. Penélope era astuta como Ulises, pero su ingenio no le permitió ser protagonista de su propia historia. El puesto estaba reservado para el héroe masculino.
Por supuesto, miles de años pasaron desde que esta historia fuera escrita, pero aún nos faltan heroínas que nos inspiren a combatir monstruos, a aventurarnos solas a descubrir nuevos lugares, a reescribir nuestra propia Odisea. En el último #8M, un cartel de todos llamó mi atención en Instagram. Provenía de la marcha realizada en Buenos Aires, y desconozco a la autora, pero le agradezco sus versos que decían: “Sal de Ítaca, Penélope… El mar también es tuyo”.
Hoy, las ganas de playa me recuerdan estos paisajes imponentes, así como una promesa de volver para reescribir historias. Las mías.
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