Se llama Greta Thunberg, tiene 16 años y vive en Suecia. La contaminación provocada por los gases de efecto invernadero, y un calor crudo durante el verano de 2018, la llevaron a tomar una decisión: no ir al colegio para reclamar a sus políticos por la crisis climática.
Texto: Micaela Cattáneo
Todo empezó el 20 de agosto del 2018. Esa mañana, Greta debía estar sentada en su pupitre dando clases, como cualquier chica de 15 años. Pero ese día nadie respondió “presente” a su nombre cuando se llamó la lista en el aula. Era lunes y en Suecia arrancaba un nuevo año escolar, pero Greta Thunberg tenía cosas más importantes que hacer, como tratar de salvar el planeta.
Subió a su bicicleta en dirección a una isla pequeña de nombre estrafalario: Helgeandsholmen. ¿Qué podía hacer allí, un lunes a primera hora, una adolescente con ganas de cambiar el mundo? Lo suficiente para captar la atención de todos. Y es que la mitad de esta isla céntrica de Estocolmo está ocupada por el palacio que alberga al parlamento sueco, donde desfilan los diputados que deciden por el “sí” o el “no” a una ley.
Greta se sentó frente al edificio con un cartel que decía “Skolstrejk för Klimstet” (huelga estudiantil por el clima). Sobre esa misma acera empedrada apoyó una hoja y la sostuvo con una piedra, a modo de que no volara. El mensaje escrito no se escapó: “Usualmente, los niños no hacemos lo que ustedes nos dicen que hagamos, sino que hacemos lo que ustedes hacen. Y como ustedes, los adultos, joden mi futuro, yo también lo haré. Huelga estudiantil por el clima hasta el día de las elecciones”.
Las elecciones se celebraban el 9 de setiembre, entonces su aventura comenzó. Cada día —hasta esa fecha— se instaló frente al parlamento, mostrando el cartel que hablaba por ella. No pasó desapercibida. La gente se fue sumando a la huelga a lo largo de esa semana y la fotografía de Greta frente al río se viralizó.
Greta convocó a una huelga el 7 de setiembre, dos días antes de que Suecia elija a sus nuevos representantes. Ese día llovió. Pero a Greta, y a las decenas de personas que llegaron hasta la isla, no les importó. Vistió un piloto amarillo —como el que lleva uno de los protagonistas de la famosa película de terror It —, y por supuesto, llamó la atención.
Pero más que nada, destacó por la decisión que tomó: desde ese día faltaría a clases todos los viernes para evitar que los políticos sigan haciendo la vista gorda a la crisis climática. Así nació su movimiento, Fridays For Future.
Un antes y un después
Greta no es la típica líder verborrágica que dispara saliva cada vez que da un discurso. Es tímida, pero habla cuando es necesario. Y es que detrás de esa retracción, hay una historia. Le diagnosticaron síndrome de Asperger —un trastorno del espectro autista (que limita la interacción social)— a los 11 años.
Su hermana, Beta, también padece de un trastorno: TDHAD, por Déficit de Atención e Hiperactividad. Ambas son hijas de la cantante de ópera Malena Ernman y el actor Svante Thunberg. Al principio, no les gustaba que Greta faltara a clases, pero hoy acompañan y defienden su lucha.
A raíz de estas condiciones, la familia Thunberg Ernman adoptó otro estilo de vida: no consumen carne, no viajan en avión y se mueven en tren o en auto eléctrico. De hecho, hasta el cierre de esta edición, Greta se encontraba en Nueva York para participar de la cumbre por la acción climática de la ONU, luego de haber cruzado por 15 días el Atlántico a bordo de un velero ecológico (Malizia II), propiedad de Pierre Casiraghi, el hijo de la princesa Carolina de Mónaco.
Su figura es símbolo de valentía y revolución para quienes están de su lado. Tal es así que un grupo de diputados socialistas noruegos la nominaron al Nobel de la Paz de este año, porque aseguran que “la amenaza climática es probablemente una de las principales causas de guerra y conflicto”. En caso de conseguirlo el 10 de diciembre próximo, se convertirá en la ganadora más joven del premio (la paquistaní Malala Yousafzai obtuvo el galardón en 2014, con 17 años).
El activismo de Greta cobra fuerza cada vez que usa su voz para reclamar justicia a favor del medio ambiente. Este año lanzó No One Is Too Small To Make A Difference (Nadie es demasiado pequeño para hacer la diferencia), un libro que recoge todos los discursos que dio durante estos 365 días y más de lucha. Su versión en español es Cambiemos el mundo.
Una de sus alocuciones más populares es la que presentó en la conocida plataforma de difusión TED Talks, en noviembre del año pasado. Allí contó su historia, cuestionó la inacción ante tanta contaminación y exclamó las razones que la llevaron a ser una estatua frente al parlamento sueco, cada viernes: “¿por qué debería estar estudiando por un futuro que pronto podría dejar de existir, cuando nadie está haciendo absolutamente nada por cambiarlo?”.
“Estamos llegando al final de mi charla, y aquí es donde la gente suele hablar de esperanza, energía eólica, paneles solares, economía circular, etc. Hemos tenido 30 años de discursos motivacionales y de ideas positivas. Y lo siento, pero no funciona. Porque si funcionaran, las emisiones a estas alturas ya se habrían reducido. Y no lo han hecho. Necesitamos esperanza, claro que sí. Pero lo que más necesitamos es acción”, exclamó.
Y frente a un auditorio cargado de silencios y pensamientos, concluyó: “No podemos salvar el mundo con las mismas reglas. Hay que cambiarlas. Todo tiene que cambiar, y tiene que empezar hoy”.
El futuro que nos espera
De la reunión participan cinco jóvenes. Todos de distintas edades. Es sábado de tardecita y afuera está oscuro. Pero adentro, las ideas de estos cinco chicos son pura luz. Maca Giménez está sentada en el ángulo derecho de la mesa. Es la más grande de todos, tiene 21 años y trabaja en Marketing y Publicidad.
Frente a ella está Cami Arévalos, tiene 19 años, estudia Hotelería y Turismo, y trabaja como auxiliar de cátedra en su universidad. A su lado, están los hermanos Hugo y Franco Trasmonte, de 17 y 14 años respectivamente. Ambos son estudiantes de secundaria. Ricardo López (17) también lo es. Llegó minutos antes del inicio de la entrevista y se sentó al lado de Maca. La mesa estaba lista para lo que importaba: hablar de Fridays For Future.
Este es el movimiento que se creó a partir de las movilizaciones de Greta Thunberg. Fridays For Future (Viernes por el futuro) se expandió globalmente después de que ella faltara a clases cada sexto día de la semana para protestar por el cambio climático frente al parlamento de su país. Y Maca, Cami, Hugo, Franco y Ricardo son algunos de los jóvenes que forman parte del movimiento en su versión paraguaya.
Todos la conocieron a Greta a través de las redes sociales. Pero cada uno cuenta una historia distinta sobre su llegada a Fridays For Future Paraguay. Algunos lo descubrieron tras participar en las marchas que se habían hecho en contra de la deforestación en el Chaco; otros, por los algoritmos de Internet o porque conocían a Gustavo Chaparro (20), el primer administrador del movimiento.
Para ellos, lo más urgente es declarar emergencia climática en el país. “Una de las luchas de Fridays For Future es que los políticos coloquen como un tema primordial en la agenda el cambio climático, porque ellos van a morir a causa de la vejez, pero nuestra generación a causa de la crisis climática. Se necesitan medidas mucho más fuertes, porque el mundo no va a cambiar sólo porque cada uno deje de usar pajitas”, sostiene Hugo.
El movimiento global convoca el 20 de setiembre a la huelga estudiantil por el clima, y el 27 de setiembre a la huelga general internacional, en la que pueden participar todos los sectores. “El miedo a manifestarse es cultural, porque antes —en la época de Stroessner— era peligroso. Pero tenemos que hacerles saber a los políticos que son nuestros derechos, que queremos conservar nuestra naturaleza y apoyar a los pueblos indígenas y campesinos”, explica Maca.
Tanto Maca como Cami viajarán en representación de Fridays For Future Paraguay a la COP25 ( 25ª Conferencia de las Naciones Unidas por el Cambio Climático), que se realizará en Chile entre el 2 y 13 de diciembre, de este año. Allí compartirán charlas y seminarios sobre el tema con los Fridays for Future de todo el mundo, y con Greta Thunberg, la líder del movimiento global. “Creo que a los políticos les molesta el activismo de Greta porque muestra la realidad de las cosas, porque va en contra de lo que ellos quieren tapar”, analiza Camila.
Después de este encuentro planean hacer charlas informativas en los colegios y un plantatón en la Costanera. “El planeta está herido, muy dañado y su cura no es rápida”, señala Franco, preocupado por cómo avanza el deterioro del medio ambiente. “El pensamiento es muy egoísta. Los políticos deben pensar en las futuras generaciones, porque no les vamos a dejar nada si le seguimos haciendo a la tierra lo que le hacemos”, agrega Ricardo.
Fridays For Future busca crear conciencia sobre el cuidado del medio ambiente. “Necesitamos una evolución. El desarrollo no es crecer y romper todo. Hay que buscar lo sostenible, progresar pero adaptándonos a los pedidos de la naturaleza”, comenta Hugo, y todos asienten con la cabeza en señal de acuerdo.
“Lo que más nos asusta del futuro es no tener futuro. Se dice que en 12 años no habrá cambio alguno que haga que podamos retroceder y evitar el deterioro en ascenso del planeta. A mí me da miedo pensar que el único lugar donde podemos vivir se está acabando y los que tienen el poder para cambiar las cosas, no hacen nada”, concluye. Más info en la fanpage: Fridays For Future Paraguay.
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