Después de cuatro años de haber sido galardonado como Nobel de Literatura, Bob Dylan lanzó Rough and rowdy ways (Modos rudos y ruidosos), un álbum que es profundo y reflexivo pero desde una poesía tangible, verdadera, contrastable con la realidad. Aquí, su voz suena quebrada, como carrasposa, y eso le da un valor diferencial al canto, que más bien suena a diálogo; a versos recitados.
Su nuevo disco tiene mucho blues. Todo lo que dice tiene un tinte filosófico, pero no por eso se siente lejano, y aunque el recorrido musical evoque lo nostálgico e introspectivo, finalmente es un viaje al presente, al hoy, a lo que está al alcance y a lo que podemos ver. Rough and rowdy ways es un álbum doble de transitar lento pero cargado de vida, atrapante, porque es capaz de nombrar a Allan Poe, Indiana Jones y The Rolling Stone en una misma canción.
En ese sentido, la cultura popular es una pieza clave en este rompecabezas al cual ya lo han definido como “su mejor disco de este siglo” o “un disco con aires testamentarios de un gran artista en el otoño de su vida”. Y es que el álbum no puede tener un mejor cierre que Murder Most Foul, la canción más larga de su carrera (dura casi 17 minutos), en la que hace un viaje narrativo a los sucesos y nombres históricos de una época que tiene su sello: los 60 y 70.
Canción necesaria:Murder Most Foul, porque lo importante no es solo la cantidad de cosas que dice, sino el hecho de que se toma el tiempo, su tiempo, para decirlas.

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