The Last Dance nos recordó, entre otras cosas, lo que logró Michael Jordan: patentar su nombre y figura como modelo de negocios. Así llegó el acuerdo con Nike para su propia línea deportiva siendo apenas un novato. Así nació Jordan Brand y los famosos Air Jordan que luego del documental de ESPN y Netflix, en Paraguay sufrieron —casualmente— un aumento considerable de precios en las casas deportivas que los ofrecen.
En The Carter Effect se captura la revolución que generó la llegada de Vince Carter a los Raptors de Toronto y el proceso de construcción de identificación y fanatismo en una ciudad sin mucha empatía —hasta ese entonces— por su equipo local de básquetbol y por el deporte en sí. Todo cimentado en la figura del número 15 que también tuvo su propia línea con los Vinsanity, de la mano de Puma.
Este mismo círculo se repite con innumerables deportistas en la mayoría de las ramas. Pero como todo negocio, la ropa también se vio asociada a grupos que no eran precisamente “influencers positivos” para las marcas.
En los años 70, los hooligans británicos empezaron a vestir marcas de lujo y zapatillas llamativas. Nacía un nuevo movimiento ultra: los Casuals. Esta subcultura podría definirse como una división de ese sector del fútbol que en el Reino Unido se conoce como Hooligans, en España como Ultras, en Italia como Tifosis y en Sudamérica como Barras bravas. Se caracteriza además del vandalismo, por el uso de ropa lujosa de diseñador.
Lo que ocurría era que el término Hooligan era utilizado por las autoridades y la prensa para definir a la creciente ola de marginalidad, sobre todo en los grandes centros industriales de Inglaterra. Así es como se le asoció con una determinada vestimenta, un argot, unas pautas de conducta y su ubicación en ciertos barrios. Incluso llegó a englobar diversas acciones fuera del fútbol como robos, prostitución, asaltos a ciudadanos en la vía pública o el percibir los subsidios oficiales destinados a los desempleados.
Toda esta descripción desencadenó en un estigma: el prejuicio. Entonces, para eludir esta situación muchos hooligans británicos a principios de la década de 1980 comenzaron a usar marcas de ropa de diseñador y ropa deportiva cara como Stone Island, CP Company, Lacoste, Sergio Tacchini, Fila, Fred Perry y Lyle & Scott para principalmente evitar la atención de policías e intimidar a sus rivales.
Los primeros en hacer esto fueron los hinchas del Liverpool. Algunos jóvenes de la clase obrera de la época se vieron atraídos por el fútbol de los ‘reds’ y, especialmente, por las intensas peleas contra las aficiones rivales. Con el paso del tiempo la violencia se extendió al resto del continente europeo como algo más que una simple moda pasajera. Entonces, no importa en qué ciudad del viejo continente jugara el equipo, ellos estarían ahí.
Según los relatos, allí comienzan a descubrir la ropa de diseñador y su utilidad de camuflaje. Así comenzaron a vestirse de manera diferente a otros fanáticos del fútbol: con camperas (o chaquetas) Peter Storm, straight-leg jeans y zapatillas clásicas de Adidas.
Sobre este último punto, las zapatillas deportivas o championes tenían una prioridad importante. Entre los modelos más populares estaban las Adidas Samba, aunque lo ideal era encontrar los más llamativos y extraños del mercado.
No usaban los colores distintivos del club, por lo que era más fácil infiltrarse en los grupos rivales y entrar en los pubs. Esto se debe a que los enfrentamientos fueron subiendo de tono y se trasladaron fuera de los estadios hacia cualquier ‘territorio enemigo’, básicamente pubs y discotecas. Los Casuals actuaban dentro de grupos más grandes llamados crews o firms (pandillas) que pasaban los ratos libres juntos más allá de ir a la cancha.
Estas pandillas eran las más ‘ruidosas’ del condado y estaban formadas por un núcleo duro de 150 personas al que se le unían otras 500 en las gradas dentro del estadio, según Thomas König, autor de un estudio sociológico publicado en Alemania sobre las aficiones radicales en el mundo del fútbol.
El movimiento que nació en Liverpool pronto se trasladó a Londres y al resto de latitudes del Reino Unido. También tuvo paradas en otras ciudades europeas pero cada facción ‘ultra’ elaboró su outfit de acuerdo a sus ideales que en algunos casos estaban vinculados a grupos políticos de choque o movimientos totalitarios que buscaban rearmarse escondidos del ojo público.
El otro precursor documentado, según Colin Blaney (uno de los primeros Hooligans del Manchester United y autor de varios libros sobre ese movimiento), fue una subcultura conocida como Perry Boys, que se originó a mediados de la década de 1970 como precursora de los Casuals.
Los Perry Boys eran hooligans de Manchester que se peinaban al estilo de las películas de la época (looks altos y con mucha gomina) y usaban ropa deportiva, remeras de Fred Perry y zapatillas Dunlop Green Flash.
Los Casuals quedaron inmortalizados en películas y series de televisión como ID, The Firm y The Football Factory. La película Diario de un hooligan mostró también la importancia de la marca de cazadoras; Stone Island en el estilo de los Casuals.
El exlíder de la banda indie The Farm; Peter Hooton también formó parte del colectivo Casual, pero siempre se distanció de los excesos violentos.
Rose Marie Bravo, exdirectora general de Burberry, había dicho a The Guardian que, debido a la apropiación por parte de los Casuals de sus suéteres y bufandas, la imagen de la marca quedó bastante dañada.
Quedan muy pocos resabios de este grupo en la actualidad, ya que todo eso que englobaba a los hooligans fue combatido por la federación inglesa durante décadas expulsando y ejerciendo controles muy fuertes sobre los asistentes a encuentros deportivos. Aun así, se puede ver en algún callejón de los suburbios de las principales ciudades de Inglaterra a antiguos Casuals ya envejecidos por supuesto, pero vistiendo siempre de la misma forma que lo hacían en su juventud para burlarse de los controles de seguridad.
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