Cuando en el 2012, el video del artista coreano PSY, Gangnam Style, se hacía viral, nadie imaginaba que superaría —en ese momento— la cifra límite de visualizaciones en YouTube, que popularizaría una coreografía denominada “baile del caballo” y que pondría a figuras importantes como Obama, a imitar los pasos, aunque sea a puertas cerradas, en su residencia presidencial.
Lo que nadie imaginaba, en verdad, es que esa fiebre por la canción surcoreana se convertiría en la carta de presentación de un género que hoy está revolucionando la industria musical: el K-pop. Se trata del pop coreano originalmente llamado Korean popular music, un estilo que fusiona rock, hip hop, dance, electro pop y otros ritmos superbailables.
La historia del K-pop empezó mucho antes de que el Gangman Style hiciera de las suyas. Hacia finales de los 90, se hizo muy popular el término Hallyu (u ola coreana), que hacía referencia a una tendencia que expandía contenidos culturales coreanos a todo el mundo. En ese momento, con la serie Winter Sonata (Sonata de invierno) y, años más tarde, con Stairway to Heaven (Escalera al cielo) o Boys Over Flowers (Los chicos son mejores que las flores).
Estos dramas coreanos, de alguna forma, funcionaron como un disparador para que la cultura surcoreana llegara en todas sus formas, a distintos rincones del mundo. Es decir, a partir de estos programas, los miles de seguidores asiáticos, latinos y norteamericanos comenzaron a interesarse, además, por la gastronomía coreana, por el idioma, por las artes y por la música. Especialmente por esta última, ya que muchos de los actores, que formaban parte del elenco de las novelas, eran cantantes de K-pop.
Actualmente, este género es uno de los más escuchados a nivel mundial. Antes de la pandemia, Spotify registraba 41.000 millones de reproducciones para uno de los grupos más populares del k-pop, BTS. De hecho, esta banda está en el puesto número uno de la lista de mejores artistas de k-pop de la plataforma. Le siguen Blackpink, Twice, Stray Kids, Red Velvet, EXO, Seventeen, IU, NCT 127 y (G) I-DLE.
El k-pop no solo promociona idols que hacen música. Hoy, con seguridad, se puede hablar de una industria que favorece a la economía coreana, que promueve el turismo del país y que fomenta el consumo de la cultura asiática. El merchandising de las bandas es tan amplio, que las compañías no se limitan a fabricar objetos que impriman solamente “la cara del artista”. Cada producto es pensado para el público general, tanto fan como no fan.
El impacto del K-pop es tan grande que sólo la boy band más popular del género, BTS - que creó una de las mejores canciones del año, Dynamite - factura 4.650 millones de dólares al año, lo que la convierte en un motor de la economía surcoreana y en una empresa que, por lo menos en Corea, supera a marcas potencias como Samsung, Hyundai o Kia.
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