Su voz grave, su peinado retro y su complicado estilo de vida, Amy Winehouse siempre tenía una razón para llamar la atención de todos.
Hace exactamente 10 años, un 23 de julio de 2011 y con 27 años, fallecía por una intoxicación etílica en su piso del popular barrio londinense Camden Town. Durante sus años de carrera, sus adicciones al alcohol y las drogas terminaron afectado a sus presentaciones, situación que la puso en la boca del lobo a raíz de una prensa sensacionalista.
Hoy, en el décimo aniversario de su fallecimiento, se estrenó un documental de la BBC, Reclaiming Amy, donde los padres de la estrella buscan reivindicar su imagen para que la dejen de recordar por su lucha con las drogas y sus relaciones destructivas.
“Creen que conocen a mi hija por las drogas, la adicción, las relaciones destructivas, etc., pero había mucho más”, relata la madre de Amy, Janis Winehouse-Collins, en el documental. El material pretende desmentir las acusaciones de que su familia se aprovechó de su éxito y no hizo lo suficiente para ayudarle a superar su adicción.
La cantante, ganadora de varios premios por su álbum de 2006 Back to Black, vertió buena parte de sus experiencias personales en sus canciones, influenciadas por el jazz y el soul. Una década después de su partida física, su público la sigue llevando en el corazón.
“Amy Winehouse aportó mucho sentimiento, realismo y honestidad a una industria musical superficial”, resumió una fanática de 26 años a AFP en su visita a la estatua que la homenajea en Camden Town. “Todo lo que cantaba es su emoción real y cruda”, concluye, y la recuerda como “el alma y la pasión del barrio”.
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