La parisina Fundación Vuitton presenta el miércoles una exposición de la legendaria colección de arte de los hermanos rusos Morózov, con lo más granado del arte francés de finales del siglo XIX.
La exposición Morózov cuenta con más de 200 obras, entre esculturas, pinturas y fotografías, de Van Gogh, Gauguin, Renoir, Cézanne o Matisse.
Una nueva oportunidad de admirar el talento coleccionador de la burguesía rusa de principios del siglo XX, antes de que sus propiedades fueran arrebatadas por el régimen soviético.
La Fundación Vuitton había presentado entre 2016 y 2017 otra gran colección rusa, la del industrial Shchukin, con un récord de 1,29 millones de visitantes.
Los hermanos Mijaíl e Iván Morózov nacieron respectivamente en 1870 y 1871, en el seno de una rica familia de industriales del textil de origen serbio. Su madre les dio una educación artística, con profesores rusos que habían tenido contacto con los impresionistas en París.
Los hermanos Morózov se mantuvieron en la actividad industrial pero guardaron a lo largo de su prolífica carrera de aficionados al arte un olfato incuestionable.
Mijaíl, el hermano mayor, empezó a viajar a París a los 20 años y ya comprando sus primeros cuadros. Visto como un coleccionista “audaz”, compraba cuadros de Manet y Degas pero sobre todo de Van Gogh y Gauguin, poco conocidos en la época, según explica la comisaria de la exposición, Anne Baldassari.
Mijaíl trae por primera vez a Rusia cuadros de esos dos pintores. Muere joven, a los 33 años, pero en su herencia deja 39 cuadros de Monet, Toulouse-Lautrec, Renoir y Gauguin.
Iván también se vio obligado a abandonar sus sueños de pintor. No era tan desenfrenado como su hermano, pero compró sin pausa, durante años, obras maestras, no solamente impresionistas, sino incluso de tendencias poco conocidas como los artistas Nabis.
Compró cuadros de Cézanne, una de sus obsesiones, al punto de crear un “gabinete Cézanne” en su mansión, así como de pintores rusos contemporáneos.
Los hermanos Morózov nacieron veinte años después del industrial Serguéi Shchukin, otro apasionado de la la pintura francesa. Pero los tres hombres empezaron a comprar al mismo tiempo, ya que Shchukin inició su colección a los 40 años.
Todos ellos tenían previsto legar sus magníficas colecciones a la galería Tretiakov tras su muerte, para que pudieran ser admiradas por sus compatriotas. Pero los bolcheviques tenían otros planes. Tras la revolución de 1917, las obras fueron nacionalizadas.
Primero fueron presentadas de forma desordenada en las propias residencias de los industriales. Luego, con la II Guerra Mundial, los cuadros fueron enviados al interior del país, a los Urales, donde fueron almacenados a temperaturas gélidas.
Solamente a finales de los años 1950 el público soviético pudo admirarlas de nuevo, en los museos Pushkin (Moscú) y Ermitage (en la actual San Petersburgo). Fue la primera vez que esos tres museos prestaron una antología tan importante de la colección Morózov en el extranjero.
Fuente: por Frédérique Pris (AFP).
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