Para que tus plantas se desarrollen fuertes y sanas es necesario nutrir la tierra donde fueron sembradas. Muchas optan por comprar productos preparados, pero ¿sabías que los desechos orgánicos que acumulamos a diario pueden ser excelentes para cumplir esta función?
Existen dos tipos de fertilizantes: los químicos y los orgánicos. Los primeros son nutrientes preparados generalmente con nitrógeno, fósforo y potasio; mientras que los segundos están hechos a base de desechos naturales proveniente de frutas, verduras, cáscaras y otros materiales naturales del mismo jardín.
Entre sus beneficios están que el compost hace que las plantas y cultivos crezcan en un suelo fértil y equilibrado, las frutas y verduras que sembremos en nuestro jardín tendrán un sabor más exquisito; mientras que las plantas y flores crecerán más fuertes y frondosas.
Por otro lado, destinar todos los desechos orgánicos a nuestro huerto también tiene un sentido ecológico, ya que estaremos reduciendo prácticamente la mitad de la basura que acumulamos a diario y contribuyendo al medioambiente.
¿Cómo preparar tu propio compost?
Este término se refiere a obtener un fertilizante a partir de diferentes materiales biodegradables, cuando estos ingredientes se descomponen empiezan el proceso de oxidación conocido como compostaje.
Para empezar debemos seleccionar un recipiente, puede ser una caja de madera o algún balde que tengamos en casa y ya no utilicemos, también alguna maceta vieja. Es importante que este contenedor esté en contacto con la tierra, por lo cual si es necesario, deberemos realizarle algunos agujeros en la base. También se puede comprar una compostera, pero como la idea es ahorrar conviene buscar primero en casa lo que nos sobre.
Una vez que ya tengamos el recipiente, lo siguiente será cargarlo a diario con todos los desechos orgánicos que vayamos acumulando, se puede aplicar: cáscaras de huevo, manzana, banana, cítricos, básicamente todos los restos de frutas y verduras que no vayamos a consumir. También se puede aplicar yerba que ya hayamos consumido, los restos del café molido, té y hiervas húmedas.
La clave para alimentar el suelo está en combinar el azúcar, la celulosa y el nitrógeno de los diferentes ingredientes que desechamos. Es importante triturar todos estos elementos orgánicos, puede ser con ayuda de una tijera e intercalar los secos con los húmedos.
Otro punto a destacar es que conviene poner en la base restos de ramas y hojas secas e ir armando capas de húmedos (frutas, verduras y demás) con los secos (hojas, ramas, pétalos de flores secas, incluso cartón). Otro punto fundamental es no usar desechos orgánicos que ya estén en proceso de descomposición, ya que la idea no es que se pudra y empiece a tener mal olor.
Este recipiente conviene colocarlo al aire libre, ya que requiere de oxígeno, además, a medida que lo vayas cargando de más material orgánico conviene mezclarlo con el que ya estaba. Por cada capa de material húmedo, recordá cubrirlo con hojas y otros elementos secos para evitar que se formen mosquitas.
Luego de tres meses de preparación la mezcla tendrá un color marrón y aspecto homogéneo, será fácil de manipular y su olor será similar al de la tierra, es ahí cuando está listo para usarse. Si durante el proceso sentís que tiene olor a podrido, añadile hojas secas y remové, por el contrario, si notas que tu compost está seco, agregale más materia orgánica húmeda y mezclalo.
Aunque parezca mucho trabajo, con dedicarle pocos minutos al día bastará y se obtendrá un potente suplemento para tus plantas.
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