Suena el despertador y el sol se asoma levemente. Estan quienes tienen el impulso de levantarse inmediatamente, mientras que otros posponen la alarma unos minutos más. Si sos del segundo grupo, esta nota te va a interesar.
A algunas personas les cuesta más que a otras arrancar el día, y prolongar el momento de dejar la cama para despabilarse, puede ser una costumbre compartido por muchos. Tal vez por placer o por creer que esos minutos extras nos harán sentir más descansadas.
Cuando retrasamos el despertador y volvemos a cerrar los ojos por unos minutos extras de descanso nuestro cerebro comienza de nuevo el ciclo de sueño. Al despertar nuevamente, lejos de sentirnos bien, la sensación es de cansancio y no haber dormido lo suficiente.
Esto está vinculado científicamente a la “inercia del sueño”, que básicamente es un estado de somnolencia y desorientación que se produce al despertar de manera brusca de un sueño muy profundo.
Esto se da, generalmente, porque no dormimos las horas suficientes o tenemos una mala higiene del sueño, entonces cuando suena la alarma nos despertamos en seco sin haber pasado por los ciclos necesarios que nos preparan para despertar.
“Si además lo hacemos varias veces de forma repetida empeoramos la situación”, explicó Francisco Segarra, neuropsicólogo y experto en medicina del sueño, para la BBC Mundo.
Los expertos apuntan que si dormimos las horas necesarias, nuestro cuerpo no debería tener dificultades para activarse y esto repercute en nuestra actividad diaria. Si a esto le sumamos el sueño fragmentado que produce la alarma, la sensación de cansancio y malestar se prolonga aún más.
“El mensaje que debería trasmitirse es que no es la forma ideal de empezar el día, ya que nuestro cuerpo organiza los ritmos circadianos de sueño y vigilia de forma gradual, nunca de forma brusca”, apunta Segarra.
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