Fue la primera latina en ocupar la presidencia de un centro de estudiantes en la Universidad de George Washington y la más joven en dirigir una cartera del Estado, durante el gobierno anterior. Además, fue jugadora de la selección paraguaya de fútbol femenino y promotora de proyectos sociales para otras deportistas. Ella lo define así: “las mujeres podemos hacer de todo, no hay límites”.
Texto: Micaela Cattáneo
Vistió blazer y zapatos cerrados cuando estuvo al frente de la Secretaría Nacional de la Juventud; camisetas de fútbol y botines cuando formó parte de la sub 17 de la selección femenina de fútbol, y hasta una nariz redonda y roja cuando en segundo grado contó —frente a todos sus compañeros de la primaria— que su mayor sueño era convertirse en payasa. Magalí Cáceres (28) fue fubolista y política, y hoy es consultora de la PNUD-Naciones Unidas y Sonidos de la Tierra, además de Presidenta de la Escuela de Fútbol de su club preferido: Cerro Porteño. Pero más allá de los roles que le tocaron, ella reconoce que “todos los jóvenes tenemos un partido que jugar por Paraguay”.
Corrió tras la pelota desde muy chica, a los 8 años. Su papá y su hermano tuvieron mucho que ver en esa pasión, ya que la acompañaban en todos sus juegos. Cuando vio que en el colegio no tenía la misma libertad que en su casa, propuso armar un equipo de fútbol mixto. Y con todos los obstáculos que esto implicaba. “Ningún niño quería entrar al equipo de las nenas, pero tuve la suerte de que, en ese momento, dos compañeritos gustaban de mí, por ende el fútbol mixto pudo hacerse realidad”, contaba Maga en su charla de Gramo.
Así representó a su colegio en todos los intercolegiales, hasta que a los 16 años, en uno de ellos, la vieron jugar y la convocaron al equipo de la selección paraguaya de fútbol femenino. “Fue un sueño cumplido”, recuerda. Aquella hazaña fue la puerta que abrió muchas otras, ya que años después, cuando la selección clasificó a su primer mundial, la Universidad de George Washington (Estados Unidos) le ofreció una beca deportiva para jugar por el instituto y cursar una carrera.
“Jugué por la universidad durante dos años, mientras estudiaba mi licenciatura en Relaciones Exteriores y Desarrollo Internacional, pero tuve que dejar el equipo de fútbol a causa de una lesión”, confiesa. El accidente la mantuvo alejada de las canchas, pero su energía joven la motivaba a seguir trabajando por su universidad, a jugar otros partidos, esta vez, fuera del terreno de juego.
“Soy una convencida de que las mujeres valemos mucho, tanto fuera como dentro de la cancha. Por eso, me postulé para ser presidenta del centro de estudiantes. Hasta entonces, las normas en las elecciones decían que el presidente debía ser hombre y americano. Y para mí fue un orgullo romper esa barrera. No sólo por el hecho de ser la primera presidenta latina del Consejo Estudiantil de la Universidad de George Washington, sino porque el nombre de Paraguay estaba llegando lejos”, relata.
De vuelta en Paraguay y con solo 26 años, se convirtió en Ministra de la Juventud. Durante su gestión como ministra, notó ese mismo ánimo en las mujeres jóvenes paraguayas. “Son tantos los desafíos a los que se enfrentan para continuar sus estudios: el acceso al primer empleo, el embarazo adolescente, las expectativas de la sociedad, etc. En ellas vi la guapeza de la mujer paraguaya. No se conforman con cómo son las cosas, buscan crecer y están dispuestas a no callar más. Conocí chicas que no piden que se les regale nada, sólo la oportunidad de salir adelante”, manifiesta.
Mujeres al poder
Magalí tiene un Máster en Emprendedurismo Social con concentración en Innovación en el Gobierno y Planificación Estratégica por el American University, de Washignton. Su amor por el fútbol y su interés por las causas sociales se unieron cuando logró que ocho chicas de la Reversa del Bosque Mbaracayú participaran del Mundial de Fútbol Social, en París. “El deporte es una escuela de vida. Aprendés sobre lo importante que es el trabajo en equipo y el valor de jugártela para alcanzar tus metas. Tanto para mí como paras las chicas, ese mundial representó todo el amor y el compromiso que tenemos por el país”, reflexiona.
Fue bajo ese mismo leit motiv que en 2017 aceptó liderar la Secretaría Nacional de la Juventud. “La juventud es el capital más valioso que tenemos como país. Imaginate que de cada 10 personas, 6 tienen menos de 35 años. Eso representa una oportunidad enorme para el crecimiento del país, siempre y cuando se nos brinde a los jóvenes conocimientos y herramientas para salir adelante. Durante la gestión, recorrimos dos veces los 17 departamentos y en todos ellos, sólo pedían oportunidades: para estudiar, para trabajar, para emprender y cumplir sus sueños”, agrega la ex ministra.
Admira el dinamismo de la juventud de ahora, sus ganas de generar un impacto en el mundo, su apertura ante nuevas ideas y su espíritu emprendedor. “No se necesitan cargos para servirle al país. Todos los jóvenes tenemos un partido que jugar por Paraguay, desde donde el lugar que elegimos y desde lo que en verdad somos”, destaca, en un juego de palabras que revela cómo desde pequeña explora las facetas que más le apasionan.
De la función pública recuerda un equipo de trabajo maravilloso, al cual —confiesa— extraña mucho, pero así también a personas que no creían en su capacidad de gestión. “No es fácil ser tan joven y mujer a la hora de dirigir una cartera del Estado. En una sociedad machista, muchos no te quieren escuchar e incluso creen que por ser mujer, una no puede liderar con fuerza. Es un error. Los tiempos cambiaron, estamos en el 2019 y es fundamental que los hombres entiendan que somos igual de capaces y tenemos virtudes que nos potencian”, señala.
Para Magalí, la visión de la mujer es clave en la política actual. “Hoy, el país y el mundo necesitan de un liderazgo transformador, de más empatía, de más corazón, apertura y colaboración. Estos atributos los tenemos nosotras, sumados a la fuerza y la resiliencia que nos caracteriza. Celebro que el liderazgo femenino esté creciendo. Las mujeres debemos ocupar más espacios de toma de decisión, creyendo en nosotras mismas. Porque valemos, y mucho”, concluye.
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