El consultor argentino Fran Cherny conversó con VOS sobre el lanzamiento de su primer libro “Ser el cambio: el arte de transformarnos en un proyecto de innovación”, donde reflexiona sobre las dificultades del cambio en las organizaciones y la importancia de buscar nuestra mejor versión dentro de ellas.
Fran Cherny (43) es un consultor argentino que trabaja desde hace muchos años como facilitador de procesos de transformación cultural en las organizaciones. Recientemente, lanzó su primer libro “Ser el cambio: el arte de transformarnos en un proyecto de innovación”, donde comparte los conceptos y las experiencias que le han permitido orientar a las compañías hacia su mejor versión.
El autor, que radica en Barcelona junto con su mujer y sus dos hijos, es socio director de Axialent Global, consultora internacional que promueve el cambio consciente en las organizaciones. Desde este lugar ha acompañado los procesos de transformación de multinacionales como: Facebook, Microsoft, Walmart, entre otras, observando las dificultades más comunes de los equipos de trabajo a la hora de modificar sus formas de hacer las cosas.
Decidido a escribir sobre los desafíos que trae el cambio dentro de una organización, Cherny se embarcó en un proceso creativo que implicó, además de un ejercicio de memoria constante sobre su historia personal, hacer una revisión de los aprendizajes que lo llevaron adonde está hoy.
Con esta publicación no pretende ser un gurú ni dar la receta mágica sobre lo que implica el cambio, pero sí impulsar a sus lectores a la acción. Porque – como lo dice en su libro – “no importa el espacio que ocupemos dentro de un grupo o una organización, siempre podemos trabajar para ser un mejor ejemplo de aquellos cambios positivos que queremos ver”.
Plantar un árbol, tener hijos y escribir un libro. ¿Se puede decir que ya hiciste todas estas cosas?
Acabo de tener mellizos, hace tres meses y medio, cuando finalizaba el libro. También me mudé. Salí hacia las afueras de Barcelona para volver a conectar con la naturaleza, y aunque no es el primero, planté un árbol. Así que sí, las hice todas, pero aún quedan muchas cosas por hacer. Creo que la vida es movimiento y aunque ya hayamos hecho algo, siempre buscamos hacerlo mejor o de otra forma. De eso hablo en el libro.
Tu libro parte del concepto de la “finitud de la vida”. ¿Por qué elegiste este momento para compartirlo?
Creo que cada vez soy más consciente de que es cierto que la vida es corta y que no lo decimos solo por decir. Que hay amigos o familiares que ya no están y que la vida va pasando, y no quiero que me pase a un costado. En una parte del libro reflexiono sobre cómo nos acostumbramos tanto a todo, y aunque hay eventos como la partida de un ser querido que nos hacen pensar sobre hacer mejor las cosas, estamos nuevamente a los dos días olvidando lo que prometimos cambiar.
El libro también fue resultado de un pedido de los clientes, quienes buscaban compartir las ideas con su equipo de trabajo u organización, o simplemente me lo pedían, porque ellos querían tener un espacio de referencias donde volver a lo aprendido.
Hablás también sobre cómo los equipos buscan aplicar lo aprendido automáticamente. ¿Por qué creés que los seres humanos queremos cambios rápidos?
Porque no nos gusta ver que somos incompetentes o incapaces de hacer algo. Nos genera disconformidad no ver aún esa versión que queremos ser. Tenemos una creencia de que debemos mostrarnos perfectos y aunque sabemos que no lo somos y que nunca diríamos que lo somos, tenemos esa autoexigencia.
También creo que los tiempos actuales nos generan mucha ansiedad. El mundo en el que vivimos hoy nos dice que hay que hacer las cosas rápido y que si no lo estamos haciendo de esa manera, estamos fracasando. Es lo que trato de desafiar en el libro proponiendo los 4 tipos de cambios. Además, apunto a que las personas puedan disfrutar de este recorrido, porque todo el tiempo estamos buscando cosas nuevas y estas traen sus desafíos.
La gran referencia que expongo en el libro tiene que ver con mi última mudanza. Tengo la sensación de que nos hemos desconectado de la naturaleza como fuente y que estamos mucho más tiempo en la computadora viendo o esperando a que responda el loading (cargando), que observando el momento en que una flor sale de su capullo. Está estudiado que esos 15 a 20 segundos que tarda el “cargando” nos crean un estrés.
Fuente: Ser el cambio: el arte de transformarnos en un proyecto de innovación.
Entonces, ¿por qué ‘ser el cambio’ y ‘no hacer el cambio’?
Desde hace mucho tiempo trabajo con la filosofía de que “el ser determina el hacer”, esto no significa que el hacer no modifique el ser, ambos se retroalimentan, porque con prácticas también cambio mi forma de pensar y hacer. Sin embargo, creo que la invitación inicial tiene que ser desde el cómo me repienso a mí, a mis valores, a mi forma de ver el mundo, a quién soy, porque eso determinará cuán fácil o difícil serán las prácticas que quiero implementar.
Siempre cuento esto: en pleno 2021 voy a muchas compañías y las personas no saben hablarse entre sí, les cuesta tener conversaciones difíciles, hablar de temas complejos o respetarse cuando están en desacuerdo. Por eso, trabajo primero en las creencias que tienen y así aspiren a convertirse en personas que abrazan el cambio.
Hace tres años empecé a estudiar más el tema de la dificultad del cambio, porque veía que equipos de trabajo que habían pasado por las charlas o por un proceso de cambio no llevaban los aprendizajes a la práctica. Y eso me pareció raro. Entonces, comencé a investigar porqué cuesta tanto cambiar.
¿Y qué encontraste?
Que hay tres arquetípicos: el primero es que todos creen que cuando hablan del cambio se refieren a los demás y no a ellos, falta mucho protagonismo en mirarse a sí mismos en esa transformación. El segundo está vinculado a esto, los líderes quieren una sola sesión de aprendizaje y que el resto del proceso lo complete la organización, y así es como los cambios fracasan. Y el último se resume en esta frase “tendemos a sobre-estimar lo que se puede hacer en un mes pero se subestima lo que puede lograrse en un año”, hay una confusión sobre los tiempos de cambios y las organizaciones se creen mejor de lo que son.
Una de las cosas que buscan cambiar es “que haya más simplicidad en la organización”. Cuando les pido que califiquen este punto, en promedio me ponen 4 o 5, pero cuando se evalúan a ellos mismos en ese sentido aparece un promedio de 8 o 9, y esto es matemáticamente imposible. El problema es que todos se creen mejor que la media, y no digo que no lo sean, pero para empezar a mejorar es importante pensarse en un nivel más abajo.
Por eso, empezás trabajando con los líderes…
Empezamos con los líderes para mirar que estén dispuestos a estar un paso más adelante. ¿Qué significa esto? Que trabajamos con el resto cuando comprobamos que los líderes son capaces de contar una historia de aprendizaje, donde ellos no son perfectos. Porque es un ejemplo, una forma de demostrar que todos están en el mismo camino. Además, es una manera de comprobar que no caerán en la creencia de que los cambios se tienen que dar en 180°C, sino que ocurren de a poco, día a día.
A los líderes se los ve como personas que tienen las cosas claras todo el tiempo, ¿qué los preocupa?
Los líderes llegan a sus puestos porque saben de un tema en particular para el negocio, pero sobre gestionar un equipo de personas con sus respectivas emociones e ideas no, y es más complejo de lo que creen. Y se dan cuenta, pero les cuesta admitir, ese es el primer problema.
Muchos no lo saben hacer según los tiempos que corren, liderar hoy no es lo mismo que hace 10 años. Ahora, las personas buscan satisfacer sus necesidades emocionales en el trabajo, hay grandes expectativas sobre lo que se espera de un puesto laboral, porque las personas pasan la mayor parte de su día ahí.
También encuentran dificultad en integrar las energías masculinas y femeninas del cuidado, el aprecio, la asertividad junto con los objetivos del negocio. Dicen que hay que ser vulnerables pero les cuesta llevar a la práctica para gestionar la cultura de sus organizaciones. Y no deberían saberlo, porque es un tema que nunca se enseñó, es nuevo. Además, están desesperados por crear simplicidad y agilidad, y muchas veces no saben cómo con las estructuras grandes que tienen.
¿La cuestión intergeneracional es un mito o una dificultad tangible?
Es real. La razón por la cual veo que es un problema es porque hay una desconexión total en general de entender las necesidades y perspectivas del otro. Y cuando hablo de conexión me refiero a “entiendo lo que el otro quiere y necesita, aunque no lo comparta o pueda cumplir”. Pero ni siquiera se animan a hacerse la pregunta por miedo a no tener la capacidad de responder ese pedido. De nuevo, la vulnerabilidad: “como queremos ser perfectos, preferimos evadir la conversación”.
En redes sociales se ha hecho viral una imagen que dice que “para construir relaciones duraderas, necesitamos conversaciones incómodas”, ¿es así?
“Conexión antes del contexto, antes del contenido”, dice un maestro al que admiro. Casi todas las conversaciones de negocios fracasan a nivel contenido porque las personas no se sienten en lo mínimo conectadas entre sí.
Mirarnos, ser el cambio, ¿es, entonces, un proceso colectivo?
Se convierte en un proceso colectivo cuando decidimos que parte de un proyecto de innovarnos a nosotros mismos es darle el espacio al otro a que nos ayude a mejorar. A que nos den un feedback de lo que estamos haciendo.
En tu caso, ¿tu familia ayudó a mirarte? Tu dedicatoria está escrita para tus padres “… Alicia y Hugo, sin ellos nada de esto habría pasado”
La hice desde la gratitud. Por supuesto, mi familia me ayudó, así como los contextos y trabajos que tuve en este recorrido. Nada de lo que me pasó, lo busqué, porque todo se dio gracias a que fui tomando las oportunidades que se me presentaban. Ellos me enseñaron a ir por lo que tenía sentido. Y así fue. Lo que quise también decir con esa dedicatoria es que la vida es un milagro, que muchas cosas pasan para llegar al lugar donde estamos, y que no tenemos que olvidarnos de apreciar eso.
Ahí vuelve el concepto con el que empezás el libro, el de la finitud de la vida…
Sí, ser padre me hace pensar que esto que vivimos no es para siempre y que hay que mirar con conciencia todo lo que nos rodea.
¿Qué creés que va a pasar con tu libro?
Creo que va a pasar lo que tenga que pasar, pero deseo que sea un espacio para la reflexión y la acción. No pretendo que estén de acuerdo conmigo o que todo les parezca perfecto, pero sí que los pensamientos escritos los ayuden y los hagan volver cada vez que necesiten leerlos. Quizás, algunos vean este momento como el indicado para recibir esto y otros en cinco años al descubrir el libro en una biblioteca, pero me gustaría que todos al agarralo se queden con una idea y que esta los impulse a probar algo.
Fran Cherny. Foto: Gentileza.
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