En los últimos años se está dando un interesante efecto de bola de nieve con el mercado de la moda: la migración a plataformas de compra y venta de ítems de segunda mano.
Por: Paola Martínez
Visto esto 15 años atrás, no estamos hablando de algo precisamente muy bien visto, particularmente en esferas sociales altas y específicamente en nuestra región. La sola idea de comprar algo que ya había pertenecido a alguien (con las raras excepciones de objetos de anticuarios o arte) era suficiente para generar una sensación de venida a menos.
Entran a escena start ups con visión de economía circular en el mercado del lujo: The Real Real, Vestiaire Collective o What goes around comes around (que existe desde los 90 pero con mucha menos prominencia que ahora). Todas ellas, y unas cuantas más que se sumaron por el camino, con una visión más o menos clara de que el futuro de la moda ya no podía sostenerse en los niveles absurdos de costos para el planeta y para los sectores obreros de países productores de fast fashion. Para referencia, la industria de la moda es la segunda mayor contaminante del mundo.
Lo curioso de todo es que estos tres ejemplos fueron iniciados por personas con experiencia en e-commerce, pero vinculadas de una u otra forma al mundo de la moda. Este conocimiento les sirvió para moverse más allá del círculo de culto al vintage donde reside un pequeño clúster de coleccionistas y admiradores a lanzarse al retail a gran escala. Y la apuesta pagó, con creces.
Sea que es el despertar de un empacho consumista de fast fashion, con ofertas constantes de renovación de stock y 12 temporadas al año o la influencia de una generación mucho más observadora de lo que compra debido al escaso espacio en m2 para almacenarlo o la posibilidad muy real de acercar el lujo a un sector que no podría comprarlo con los precios originales; esto comenzó tomar vuelo de una manera tal que la industria de venta de moda de segunda mano generó 28 mil millones de dólares en 2019 y las proyecciones apuntan a que esa suma se doblaría no más tarde que en 2023.
Lo cual me lleva al planteamiento más interesante de esta conversación. La industria del lujo, que tanto se ha arraigado en la convicción de su existencia para atender a un sector clase triple A de la población, se ve secuestrada para pasar a ser algo a lo que una persona con muchos menos recursos, puede acceder ahorrando, para tener la cartera de sus sueños por 150 dólares a pesar de que esa cartera costó en tienda 10.000.
La magia de la economía circular en la moda
La punta de la pirámide de los consumidores compra al costo original y en lanzamiento los productos, pero en realidad pagan la exclusividad de tener los ítems en cierta ventana de tiempo, la de la tendencia.
El resto, podemos acceder a ítems de muchísima mayor calidad (porque ese es el otro pilar de la industria del lujo) y a una fracción menorísima del costo en vidriera, comprando de segunda mano.
Esto fue entendido en un mercado tan rígido y tradicionalista como el nuestro, en Paraguay, con la llegada de The New Black (fuertemente moldeada en base a The Real Real) -que incluso introdujo una sección hogar recientemente-, Pristine y varias tiendas similares que aparecieron en los últimos meses, animadas por el éxito de esta primera.
Así mismo, el impulso de la moda preloved es compartido por otras tiendas con precios aún menores, como Barato pero Chuchi, con una selección más masiva que Lamusa, que como diferencial tiene una curaduría de piezas en extremo interesante. La mayoría de estos emprendimientos gozan de una salud tal que ni bien suben ciertos ítems a sus plataformas sociales, son comprados de inmediato, generando hasta cierta frustración en las compradoras menos veloces. Es que un detalle obvio de la moda preloved es la unicidad de cada ítem, y por lo mismo ese efecto de cacería cuando se logra encontrar y comprar aquello que se buscaba.
La industria va entendiendo rápidamente la avidez de un sector que tiene el dinero y la intención de compra para el mercado de segunda (¿o tercera?) mano. Y se alinea a la predicción del CEO de Vestiaire Collective, Max Bittner: El ciclo de vida de un producto no termina en la primera compra.
Ahora, un detalle no menor a la hora de tener en cuenta el crecimiento exponencial que está teniendo el mercado vendrá ligado a la regulación de precios por parte del consumidor y de la oferta de calidad y servicio de las marcas: el abuso a la hora de fijar costos de prendas off the rack/dañadas/mal presentadas, determinará la supervivencia de las tiendas de segunda mano, ante la decisión de compra de un consumidor informado y en un rol activo de compra.
En un mundo al cual se le acaban (por nuestra propia intervención) rápidamente los recursos, donde realmente el mayor porcentaje de la población tiene mucho más de lo que necesita y otro necesita mucho más de lo que tiene, la sustentabilidad ya no es una linda idea sino una necesidad urgente.
Henry Thoreau dijo que el precio de cualquier cosa es la cantidad de vida que cambiamos por ello. No hay por qué no disfrutar de la moda, pero quizás el camino sea abrazar el darle múltiples ciclos de vida a lo mejor que podamos adquirir con menos esfuerzo, que producir y adquirir en masa y desangrar (de a poco, pero sin pausa) nuestras finanzas, y -mucho más rápidamente- nuestro planeta.
Sobre Paola Martínez: es comunicadora, con más de 15 años en la industria, pasando por distintos puestos y áreas. Es entusiasta de la moda y del gran poder de contar historias. *Una versión previa de este artículo se publicó en Medium/paolamartinez
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