Abbas Abbud es un hombre de 48 años, heredero de varias generaciones de escaladores de palmeras, nombre que se les da en el sur iraquí a los que suben hasta la cima de una palmera y cortan los racimos de dátiles, un fruto característico de este país.
El escalador de palmera es una profesión ancestral en Irak, ya que la palmera datilera existe desde hace 6 mil años. Hasta la guerra contra Irán, en 1980, Irak contaba con 30 millones de palmeras y la mitad de la población actual. Hoy, la mitad de estos árboles están muertos, por la guerra o por la falta de mantenimiento.
Abbud no abandona esta práctica, pese a que el trabajo es cada vez más escaso. “Paso alrededor de diez horas en cada palmeral”, cuenta. Pero la retribución económica no es la mejor, ya que por cada árbol escalado, donde extrae racimos de varios cientos de kilos, logra apenas más de un dólar.
Los países del Golfo, que replantaron tallos extraídos de Irak, los que copan el mercado mundial de este fruto, y en consecuencia, Irak ya no consigue exportar ni competir con el dátil importado en el mercado local. “Como el Estado no nos apoya, la producción y venta cayeron”, asegura Mohammed Keshashe, jefe de las cooperativas agrícolas de Diwaniya.
A Abbud, en cambio, le preocupa otra cosa: descender sano y salvo después de escalar una palmera. Y es que esta práctica milenaria no deja de ser peligrosa y él lo sabe por experiencia propia: el año pasado, su padre murió al caer de una palmera.
Fuente: AFP.

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