Por: Luis Ríos Florentín
Este disco es fundamental por varias razones: ayudó a la banda a romper (junto con Kiss y Aerosmith) la fuerte arremetida de la primera ola de la invasión inglesa en los años 70 en el mercado estadounidense, sentó las bases de lo que sería el boom del glam rock y glam metal en la década de los 80, y por supuesto, revolucionó la forma de tocar una guitarra eléctrica.
A primera escucha, el grito de Van Halen parece un disco en vivo por lo crudo, directo y conciso. Pero se forjó en un estudio. Intensos 35 minutos que dicen abiertamente: “Los tiempos están cambiando”. Elementos que se pasean entre el blues, el country y el R&B americano. Todo eso mezclado con la grandilocuencia de los conquistadores ingleses que dominaban las radios en ese entonces como Deep Purple, Led Zeppelin y bandas progresivas como Yes o Genesis.
Es cierto, esa guitarra cuasi satánica marca el ritmo e infringe temor con el tapping llevado al extremo por Eddie Van Halen durante el paso arrollador del tracklist. Pero, si pudo volar de esa forma, es porque tuvo una sólida base que le permitió desplegarse: el bajo de Michael Anthony.
Una guitarra perdió a su guitarrista, pero lo que hicieron juntos es inmortal. Y siempre va a estar allí captando nuevos discípulos.
Canción necesaria: Eruption/You Really Got Me. Un 2x1 porque el preludio nos invitaba al infierno para después encontrarnos con el primer gran hit de la banda, que es el gran hit de otra banda.
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