En esta Navidad, no hay turistas en Belén. Los vendedores de reliquias están desesperados en unas calles casi desiertas y el clero se prepara para unas celebraciones insólitas: sin fieles pero con muchas oraciones para estos tiempos difíciles.
En Belén, en diciembre del año pasado, una multitud de buses climatizados llevaba a decenas de miles de turistas hasta esta pequeña ciudad palestina, a menos de una decena de kilómetros de Jerusalén, detrás de un muro de hormigón construido por Israel.
En la Basílica de la Natividad, casi había codazos para contemplar, unos minutos, la cueva donde, según la tradición, Cristo nació hace más de 2.000 años.

Este año la basílica está vacía

En la cueva de la Natividad, cuatro monjes casi en trance recitan sus plegarias en armenio. Sus voces reverberan en la cavidad, entre emanaciones de incienso.
“El amor de Dios llena este lugar, este lugar santo, para decirnos: no tengan miedo, estoy con ustedes, todo esto pasará y yo seguiré (...) Y gracias a Dios, Navidad siempre existe y da sentido a todo. Trae esperanza, paz y anima a donar”, explica Rami Asakrieh, el padre de la parroquia de Belén en Cisjordania.
“A veces, más de medio millón de personas venían a la basílica durante las fiestas, pero este año con el coronavirus, hay muchas restricciones sanitarias (...) Hay menos comercio, pero más religión”, dice.
Este año, la noche del 24 de diciembre, no habrá misa con público en la basílica, ni la presencia de dirigentes palestinos, encabezados por el presidente Mahmud Abas. La misa de Navidad sólo con los sacerdotes será retransmitida a todo el mundo informó AFP.



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