José Vargas (35), más conocido como “Vargas”, es un cantautor venezolano que comparte su mirada de la vida desde un sonido latino en constante movimiento. Desde su residencia actual, Buenos Aires (Argentina), adonde llegó hace cinco años, comparte con la VOS su historia con la música, los gajes del oficio y la profundidad de su canción más reciente, Años Luz.
Para quien llega por primera vez a tu música, ¿qué te gustaría que sepan de tu historia?
Me gustaría que conocieran mi música desde el punto de vista de búsqueda. Soy una persona que siempre ha agarrado mucha carretera, por lo tanto he vivido muchas cosas que le han dado forma a mis canciones. Mi música habla de vivencias, pero de aquellas construidas desde el interior; las que nos hacen jugar con los personajes que tenemos dentro.
Lo digo así porque uno, como persona, es al final el resultado de un aprendizaje largo. Y me gusta que la gente que escuche mi música sepa que hay un mensaje sobre un tema que le puede ser útil, llegue de la forma en que le llegue.
¿Naciste en Estado Falcón?
Sí, en Coro, una ciudad chiquita de este estado venezolano.
¿Qué recordás de tu infancia allí?
En cuando a la música, recuerdo cómo se vivía a mi alrededor. Vengo de una familia de campo, donde el folclore estuvo siempre muy presente. Mi madre es de la costa, de playa, y mi padre es de campo árido, entonces los primeros recuerdos que tengo de esa etapa son los de ir viajando de un extremo a otro y aprendiendo lo coloquial de la gente. Cuando pienso en el momento en que conocí la música, lo primero que visualizo son mis calles, la gente que vivía en Coro, y las canciones universales de los artistas que sonaban en la radio.
¿Cuándo conocés la música?
En mi casa había siempre muchos instrumentos, pero un día (tendría yo unos 6 años), mi padre llegó con un teclado, porque él quería aprender. Me puse al teclado y a los 7 años ya estaba haciendo canciones, buscando expresarme por medio de lo que hacía.
¿Cómo se fue construyendo ese camino en la música antes de tu salida de Venezuela?
Poco a poco, tratando de conocer lo que es el ser humano en sí. Lo digo de esta forma porque si hay algo que me gusta, desde mi infancia hasta ahora, es aprender. De todas las cosas que uno vive, de los errores que uno comete y de las victorias que uno tiene se experimentan sentimientos que para mí siempre han sido importantes. Al punto que decido irme del país, ya había llegado a varios extremos de mí mismo, estando al límite de cosas que me enseñaron un montón. Cuando vine a Buenos Aires, tuve que bajar un poco para centrarme y tomar con paciencia mis propias composiciones y producciones.
¿Cuándo decidís dar ese paso de salir del país y llegar a Buenos Aires?
Al venir pensaba que solo estaría por seis meses, porque en Venezuela estaba haciendo mis cosas. Pero siempre fui fanático de la música argentina, y cuando acá empecé a vivir un montón de canciones de artistas latinoamericanos pensé que esto podría nutrirme de una manera excepcional como en ningún otro lugar. Pensaba que acá podía explorar más, conocer otras expresiones, y es lo que hago ahora. Vivo Buenos Aires como una película todo el tiempo, desde que agarro la bici. Además, siempre conozco gente nueva ligada a la cultura que me enseña algo nuevo, y ese compartir es bonito. Así decidí quedarme y madurar mi carrera desde esa perspectiva.
¿Qué cosas tuviste que soltar a partir de esta decisión de quedarte?
La forma de trabajar mi música. Venía en un movimiento constante e interesante, y sentía que era el momento perfecto para pasar a un siguiente paso. Dejé mucho del ritmo que llevaba y que, para bien o para mal, me funcionaba y hacía sentir bien. Sucede que como soy de Coro, para llevar mi música a toda Venezuela tuve que viajar mucho. O sea, tuve que vivir mucho tiempo en Caracas, en Maracaibo, en Mérida, etc. Estaba todo el tiempo así, me acostumbré a andar ligero de equipaje en los últimos cinco años antes de venirme. Cuando me di cuenta que quería quedarme aquí y tenía que empezar todo de cero, dije: “uf, hay muchas cosas qué organizar”.
¿Qué implica soltar para vos? Porque tu canción más reciente, Años Luz, está dedicada a alguien que se fue y decide volver...
A mí me gusta ver todo como un ciclo, para mí las cosas siempre son cíclicas y siento que “el irse” nunca es eterno. Años Luz es la continuación de la canción de uno de mis discos, Aterrizaje, que habla de un hombre que se va de viaje a por ahí en la vida y espera algún día volver a sentir lo que sentía con lo que tenía.
En Años Luz, ese viajero vuelve después de explorar un montón de cosas y regresa para asegurarse de que, a quien él espera ver, esté bien. Es como una forma de cuidar. Está dirigida a quienes por alguna u otra razón nos hemos visto alejados de alguien y siempre esperamos que místicamente pase algo para volver a saludar (soñar con un ser querido que se perdió, el reencuentro con una expareja, etc.) A partir de ahí, creo que soltar se define incluso como “sacrificar esa percepción de esperar algo”.
Aunque la canción diga “regreso por ti”, ¿creés que ese retorno está condicionado por la culpa?
Sí, claro que sí. Porque, entonces, hay una pizca de humildad, se cae un poco el ego, hay un arrepentimiento real y ese gesto es bonito. En la canción cabe el culpable, el que no entiende, el que regresa sin saber o el que vio a alguien por casualidad.
Volviendo a tu perspectiva sobre lo cíclico, ¿creés que ese regreso cierra el ciclo?
Sí, cierra el ciclo, o por lo menos uno de los ciclos.
¿Y es necesario despedirse siempre?
Soy de los que le tiene miedo al mundo de las despedidas, trato de hacerlas cortas. Creo que a todos, alguna vez nos ha pasado de decir “pude haberme despedido de esa persona”, o no, y queda ahí, y tal vez puede ser hasta mejor. Es bastante delicado creer que algo es para siempre, quizás no tenemos esa capacidad real de aceptarlo.
El videoclip de Años Luz cuenta la historia desde una tercera persona, Julia, una joven que regresa y encuentra un secreto que la conecta con su pasado y su futuro, pero ¿cuánto de vos hay ahí?
Esta canción sí habla mucho de mi filosofía de vida, de las cosas que leo, de las canciones que me gustan interpretar, de cómo mantener el equilibrio de las cosas, etc. En el videoclip, Julia se siente atraída por una luz que la lleva a un lugar que reconoce que es suyo, sin embargo, le falta algo y no logra descifrar qué. Del otro lado está Vargas, tratando de comunicar la canción, desde una versión de ella totalmente distinta, ya sea la que dejó de ser o la que será un año después de su decisión de irse.
Humildemente, doy mi opinión sobre un tema que al otro le puede ayudar, porque la música me hizo eso. Desde chiquitos, agarramos la música como si fuera un pastillero para cada día de la semana o como si fueran frascos (uno del amor, otro de la ira, etc.), y cuando uno toma ese frasco, tiene su playlist del día. Las canciones son catalizadoras de energías, guardan emociones y te forman.
¿Cómo la intención de una frase que escribiste hace tiempo sigue viva al momento de grabarla?
Me gusta pensar que son cosas que nunca se van a ir de uno; que son emociones o episodios que uno nunca va a dejar de sentir aunque solo hayan durado unos pocos minutos.
Entonces, ¿es un revivir constante?
Sí. Aunque si la vuelvo a escuchar y digo “ya no estoy en ese lugar”, pero aún me gusta la canción, también la puedo cambiar y transmitir otra cosa. Las canciones que se quedan tal cual fueron hechas son las que me permiten desarrollar mi potencial artístico, y decir “aquí me conozco mejor o aquí no”.
¿Cuánto tiene que ver la voz como herramienta para contar esas verdades?
Es la singularidad de cada canción. Siempre pongo de ejemplo a Joaquín Sabina o Tom Waits porque ellos cuentan las historias que les quedan a ellos. En mi caso, trato de que se note eso también.
¿Y cuándo sentís que una canción está lista para que se conozca?
Me tiene que gustar mucho, además de ver cómo esta se relaciona con otras canciones. Busco si tiene coherencia con otra para crear un concepto o una narrativa. Si está sola, la reservo hasta que vengan otras que la empujen a salir.
En esa definición, ¿se acepta la mirada de un otro?
Sí, porque lo que yo quiero es comunicarme, entonces todo es bienvenido. No me cierro a nada, como lo hice cuando exploré varios géneros en mi carrera: desde rock and roll, metal, punk, jazz, alternativo, etc.
¿Te identificás con alguno en especial?
Me gusta explorar un montón, solo que cada estilo tiene su momento y su proceso. Yo me muero por hacer un disco folclórico, pero sé que ese momento llegará. Por eso, me identifico con lo alternativo, porque artistas que admiro siempre se han movido así (Caetano Veloso, Charly García, Fito Páez, etc.). ¿Cuál es el límite?
Después de cuatro álbumes, y uno próximo a lanzarse, ¿podés analizar si fue difícil abrirse camino en la música?
Siempre le huí a ese estigma porque todo es difícil y, en mi caso, al ser del interior de Venezuela, siempre tuve que buscar la forma de sobrevivir. Difícil, un montón de cosas, pero depende mucho de la perspectiva con la que lo veas. Yo buscaba estar tranquilo porque si me frustraba capaz me truncaba el viaje.
Ya que mencionás sobre “el estigma”, siempre hay una con los músicos que dice que “son bohemios”. ¿Cuánto de disciplina hay en esta vocación?
A mí me tocó aprender sobre su importancia con el tiempo. Al graduarme en Comunicación Social, quería especializarme en lo audiovisual, pero con la disciplina que yo tenía, entre ser músico y audiovisualista no me iba a ir bien. Tenía que aprender cosas sobre cómo mostrar lo que hacía, cómo producir, etc. En la música estoy hace 10 u 11 años, recién a los cuatros años de empezar pude hacer un clic y decir: “no puedo seguir manejando mis cosas así”. Cuando empecé a organizarme, dije: “¡uh, qué estuve haciendo toda la vida!”. Entonces, la disciplina sí o sí; la constancia, sí o sí; el no tener miedo, sí o sí; todo eso es importante.
Con todo esto adaptado a tu carrera, ¿sentís que estás en tu mejor momento musical?
Siempre que salga a mostrar una canción lo voy a hacer con toda la seguridad y el amor del mundo, diciendo “estoy donde quiero estar”.
¿Se viene un nuevo álbum?
Sí, y Años Luz abre la narrativa de ese disco.

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