Para una niña uno de los vínculos más fuertes es la conexión con su papá, a través de el se forman las bases para su desarrollo en todo ámbito. Una especialista nos explica cómo influye la imagen paterna en la vida adulta de una mujer.
Muchas de nosotras crecimos en un hogar donde mamá se ocupaba de las tareas de la casa, en cuidarnos y proveernos la atención necesaria y papá era el encargado de trabajar, pagar las cuentas y “poner orden”.
Más de un vez, cuando hacíamos alguna travesura, habremos escuchado decir a nuestras madres: “cuando llegue tu papá le voy a contar lo que hiciste”, y esperábamos temerosas la llegada de papá porque sabíamos que probablemente nos iba a reprender por aquello que hicimos.
“Anteriormente, cuando se trataba de la crianza, los padres tenían roles diferentes. Por un lado mamá se ocupaba de la nutricia, que se refiere al cariño, el apego, la vestimenta, los derechos fundamentales y por otro lado, la formativa que está directamente ligada a las reglas y los límites, tarea que se le atribuía a papá. Ambas son indispensables para el ser humano y para formar a una persona”, explica Eliana Almeida, licenciada en Psicología Clínica.
En la mayoría de los casos el padre es quien tiene el rol de proveedor, en brindar cariño, atención y protección, es quien tiene “la mano más pesada” y también quien inculca los hábitos del varón. Estas características se le atribuyen al rol masculino, pero cuando esta figura no está presente en el hogar, los niños copian las costumbres de quienes tienen cerca, agrega Almeida.
“En el caso de los hombres, si un niño juega a escondidas con los maquillajes de la mamá, agarra una cartera y dice que se va a ir a trabajar, no es para atribuirle ninguna característica porque copia lo que ve. Y por otro lado, que el padre no esté presente no quiere decir que no haya una figura masculina, porque puede ser representada por un abuelo, un tío, un padrastro, o incluso un amigo”, detalla.
¿Qué sucede cuando hay carencias entre lo nutricio y lo formativo?
El filósofo Jhon Locke planteó la teoría de la “tabula rasa” y afirmaba que el infante nace como una hoja en blanco que hay que llenar de información y experiencias a medida que va creciendo, por otro lado dentro las teorías contemporáneas, Sigman expone que todos nacemos con conocimientos.
“La teoría de Sigman tiene mucho sentido porque ¿cómo un bebé o un niño se da cuenta que no está siendo cuidado en sus necesidades básicas? Esos pequeños o están deprimidos, son agresivos o hiperactivos, porque en la necesidad de recibir atención hacen cualquier cosa para atraer la mirada de los padres, aunque el costo sea un castigo”, fundamenta Eliana y agrega: “Nosotros sabemos que tenemos que ser cuidados, sabemos que hay dos procreadores, de ahí a que nos críen es otra cosa, no importa quién, pero que estén presentes a pesar de que se comprenda que también tienen que trabajar”.
Cuando estas carencias existen surgen las “heridas de la infancia” y la más común es el abandono. La especialista apunta que las niñas pueden estar al lado de sus padres, pero si estos no le brindan atención y cariño igual se pueden sentir abandonadas.
“La primer consecuencia del abandono o el maltrato mismo es la dependencia, ¿pero a qué?: al abandono y el maltrato, porque eso es lo que la niña conoce. Para una mujer que creció con estas carencias le es muy difícil encontrar a alguien que la trate bien porque inconscientemente busca lo conocido”, explaya Eliana y añade: “La mujer va a lo seguro, como la abandonaron esa es la norma y se tiene que volver a cumplir, entonces se vuelve una persona fría y áspera. Recién cuando se hace una evaluación de la situación y la persona entiende que lo que le pasó no es lo que la define, puede empezar a elegir con más libertad”.
La psicóloga sostiene que algo similar sucede cuando se sobreprotege al menor. “Muchas veces uno se puede equivocar desde el amor más profundo hacia los hijos, porque el sobre apego hace gente inútil, gente que después no se puede desempeñar en la vida, entonces tiene que haber un balance, ni mucho ni nada, lo ideal es encontrar el equilibrio entre la nutricia y que la criatura se sienta querida, avalada, protegida, pero con reglas firmes y claras, esa sería la crianza que todos buscamos dar y tener”, y finaliza: “Hoy en día contamos con la posibilidad de evolucionar como padres. Tanto mamá como papá tienen que cumplir con la nutricia y la formativa, entonces ahí habrá un cambio de paradigma”.
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