La Unión Europea presentó una propuesta para reducir a cero en la próxima década las emisiones de CO2 de los vehículos, un paso que abre el posible capítulo final para los automóviles con motores de combustión interna.
Durante prácticamente un siglo Europa, cuna de algunas de las más prestigiosas marcas del mundo, tuvo un papel central en la innovación automotriz, en particular con sus motores, considerados entre los más eficientes.
Pero el automóvil se tornó el centro de numerosas críticas por sus emisiones de gases de efecto invernadero. En 2020 la UE ya aumentó sus objetivos de reducción de emisiones y aspira a la neutralidad de carbono para 2050.
Y ahora quiere proponer nuevas regulaciones para alcanzar esa meta. Según fuentes coincidentes estaría considerando la eliminación completa de las emisiones de los automóviles para 2035.
Como los vehículos eléctricos con batería son de hecho los únicos que podrán cumplir con ese objetivo, se convertirán en los únicos autorizados en el nuevo mercado.
Europa ya impuso un límite de 95 gramos de CO2 por kilómetro a partir de 2020 a los fabricantes y podría reducir ese límite en otro 37,5% para 2030.
Las cifras finales son objeto de discusiones pero en cualquier escenario representarían una inmensa limitación para una industria que a partir de 2027 tendrá que convivir con un importante endurecimiento de las medidas contra la contaminación.
El futuro es eléctrico
Si bien el mercado automovilístico sale de la pandemia en declive, los coches eléctricos, en cambio, no cesan de ganar terreno.
Los automóviles movidos a electricidad representaron casi el 8% de las nuevas matrículas en Europa occidental en los cinco primeros meses de este año, un total de 356.000 vehículos, “más que en todo el año 2019”, señaló el analista alemán Matthias Schmidt.
La nueva normativa impulsará aún más esos vehículos y ayudará a abandonar los modelos híbridos o los recargables que combinan motor de combustible y batería.
“Estamos abiertos a reducciones adicionales de CO2 en 2030”, dijo recientemente Oliver Zipse, presidente de la Asociación Europea de Fabricantes (ACEA).
Pero el sector, que durante mucho tiempo ha luchado para frenar la transición, está profundamente dividido.
La mayoría de sus miembros creen que una electrificación demasiado rápida aumentaría el precio de los vehículos, destruiría puestos de trabajo y promovería la competitividad de China, en especial en el estratégico segmento de las baterías. Fuente: AFP
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