Conocido como el “oro del desierto”, proviene de la semilla del árbol de argán que es originaria de Marruecos. Se utiliza tanto en productos cosméticos como comestibles y tiene muchos beneficios en ambos usos.
Si bien se caracteriza por tener un olor muy fuerte, se lo suele combinar con otros elementos para mejorar su aroma en fines cosméticos. Con relación a su finalidad como alimento, su proceso de elaboración es un poco diferente.
Cuando hablamos de su uso culinario se debe tener en cuenta que es un producto fotosensible y lo mejor es conservarlo en un lugar oscuro, seco y que la temperatura no supere los 25 grados, ya que de otro modo podría perder sus propiedades.
Aunque es igual que cualquier otro aceite, gracias a sus bondades particulares se lo clasifica más como un producto gourmet. Está recomendado en dietas para tratamientos de enfermedades cardiovasculares y reumáticas, es antioxidante, mejora el funcionamiento hepático, digestivo y absorbe el colesterol.
En cosmética, estimula la regeneración de las células de la piel, crea una capa protectora contra agentes infecciosos e incluso, contiene vitamina E y antioxidantes que hacen frente a los radicales libres que envejecen la piel prematuramente.
¿Cómo la aprovechamos?
- Lo podemos usar como hidratante corporal, ya que retiene la humedad natural y regula el pH de la piel.
- La vitamina E y ácidos grasos lo convierten en un excelente bálsamo labial.
- Es desmaquillante. Elimina las células muertas y las impurezas que se pegan en la piel a lo largo del día.
- Combate las estrías gracias a sus niveles de vitamina A y E, ya que estimulan la reparación de las células.
- Por sus propiedades antioxidantes ayuda a reducir, e incluso, eliminar líneas de expresión.
- Como antibacterial y antiinflamatorio, es útil para eliminar el acné, aunque lo mejor en este caso es consultarlo primero con un dermatólogo.
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