La invitada de Poderosas con Marilé Unger es una madre que ayudó a miles de familias en los momentos más duros de la pandemia. En un programa muy emocionante, se rememoró cómo encendió una luz de esperanza en la sociedad paraguaya.
Mónica cuenta que la idea de ayudar comenzó mirando las noticias y escuchando los testimonios, no sólo de madres sino también de hijos y de familiares con personas internadas a causa del Covid-19. Recuerda que en ese momento lo que más resonaba en los medios eran los altos costos de los medicamentos diarios.
“Recuerdo muy bien el caso de un joven que tenía a su mamá y papá internados al mismo tiempo. Él decía: ‘yo no tengo recursos, no puedo generar los recursos’. Esto nos golpeó a todos. A nadie nos preparó. Viendo el noticiero me agarró una angustia: ‘si no hago algo no voy a poder dormir tranquila, no importa lo que haga, pero algo tengo que hacer para ayudar’“.
Habló con su hijo Nacho y su pareja, y juntos prepararon 30 platos de guiso. Monica comenta que fue la primera comida que se le ocurrió por ser fácil de preparar y servirse calentito, además porque es un menú que recuerda a estar en casa.
Si bien, este fue el arranque de la iniciativa solidaria y fue llevado con mucho esfuerzo y amor, no fue el verdadero comienzo. Mónica detalla que ya venía aportando un granito de arena hacía un año, organizada con un grupo de amigas. Todos los sábados cocinaban guiso para repartir a las personas que se habían quedado sin trabajo y sin la posibilidad de generar recursos.
“Creo que de ahí nace la idea de hacer guisos. Era solo los sábados, cada una se comprometía, retiraba los tupers y llevaba al lugar acordado para entregarlos. De ahí nace realmente el porqué del guiso y también porque ya tenía esa familiaridad de cocinar un poco más grande. Nosotros somos tres, imaginate, por más que me encante cocinar, no tenes ni olla grande, tuve que conseguir prestado”, rememora.
Durante esos meses de trabajo no se trató solo de cumplir con llevar viandas para ayudar a la gente, sino de brindar ese abrazo al alma que físicamente no se podía dar. Cada detalle fue cuidado, a pesar de no tener los recursos gastronómicos, la manera de cocinar los alimentos y de presentarlos con un mensaje alentador. Mónica lo describe como: “que sea siempre el mismo sabor que a mi me gustaría que me lleven de comida, la misma comida que vos pondrías un plato más en la mesa y se sentaría a comer alguien contigo”.
Vocación de madre
Hay algo que la entrevistada siempre quiso y afirmó con convicción: sus ganas de ser mamá. “Fue mi primera vocación, de lo único que yo estaba segura que quería en el futuro, era ser mamá. No tenía ni la menor duda. Cuando yo era chiquitita y me preguntaban ¿qué vas a ser cuando seas grande? Yo respondía ‘voy a ser mamá’“.
A sus 24 años nació Nacho, su hijo. Al hablar de él, lo hace con amor y orgullo. Durante esos meses de arduo trabajo, la colaboración de su hijo fue fundamental: él se encargó de moderar las redes sociales y movilizaba todo lo que estuviera a su alcance para ayudar a las personas.
“Realmente pienso en eso y me emociona. En ese momento también me dio mucho orgullo como mamá que Nacho se inyecte de tanta fuerza. Para él no fue fácil, porque llegó un volumen tan alto y hubo momentos donde a él también le costaba manejar los pedidos que recibíamos”, recuerda.
Nacho era el encargado de publicar cada noche un informe en las redes sociales de lo que se estaba haciendo, de demostrar que cada aporte y donación de las personas y empresas se estaba destinando correctamente. Mónica explica que este aspecto era innegociable para ellos porque la sociedad está más acostumbrada a que la estafen que a que se hagan las cosas bien.
Moni y su hijo Nacho. Foto: captura
“De lunes a lunes, todos los días nos asegurábamos que lleguen los platos de comida, de escuchar las necesidades que tenía la gente, de conseguir carpas, que pongan luz, que puedan enchufar sus teléfonos para recibir los mensajes de los médicos que atendían a sus familiares. Y realmente, a la distancia recién uno ve y dimensiona, porque cuando estás en la vorágine diaria solamente sabés que tenés que hacerlo, tenés que conseguir los recursos, tenés que poder”, agrega.
Mónica destaca que gracias a la ayuda de Nacho, muchas personas que estaban acampando fuera de los hospitales pudieron recibir contención psicológica. “Esto fue idea y acción de él. Organizó con varios psicólogos grupos de contención en cada una de las carpas. Hablaban del duelo, de lo que necesitaban, de soltar, de cómo sobrevivir a esto, cómo seguir sin poder ver, cómo no sentirse culpables por dejar otras cosas de lado mientras vivís esto. No eran solo una ayuda para el cuerpo, también para el alma. Nunca fue solo comida”.
Trabajo y colaboración
Lo que empezó como un pequeño acto de solidaridad fue creciendo exponencialmente con el paso del tiempo, miles de personas se sumaron a la causa y Mónica no puede dejar de recordar esto sin agradecerlo: gracias a la nobleza de aquellos que se sumaron al proyecto pudieron continuar y destaca que entre todos se ayudaron a no flaquear cuando parecía que las fuerzas se acababan.
“En algún momento costaba. No se veía un final cercano y era muy desafiante seguir el día a día. Fue algo impresionante, no me quiero olvidar de nadie, porque fueron demasiadas personas, empresas, gente que confió a ciegas, que venía y nos dejaba sin dudar lo que tenían. Y no hablamos de abundancia, nada sobraba, sino de esa solidaridad auténtica y de dar de lo que tenés. Eso tuvo demasiado valor y demasiado impacto para todos”.
Así como hubo etapas de mucha abundancia con las donaciones y tenían que hacer malabares para que no se echaran a perder los alimentos, también hubo momentos difíciles y de escasez. “Pensábamos que en algún momento íbamos a tener que salir a decir: ‘bueno, hasta acá llegamos, ya no tenemos los recursos para poder continuar’. Y cada vez que parecía que ese momento llegaba, alguna empresa, persona o lo que sea, nos cubría eso que estaba faltando”.
Entre esas semanas de esfuerzo y de hacer lo que sea necesario para cubrir con los mandados del día llegó el final. “Gracias a todo el compromiso de la gente, nosotros pudimos parar esta actividad porque entregamos el ultimo plato de comida a la última familia que se quedó en una carpa. Al día siguiente nos avisaron que ya no iban a estar y que podíamos dejar de enviar”, relata Mónica.
Y agrega: “En ese momento ni nosotros sabíamos que iba a pasar mañana. Todo esto ya era una rutina y para todos cambió, porque enseguida empezó a reactivarse todo. Había casos pero dejó de existir esa emergencia sanitaria que nos golpeaba tanto. Empezaba otra dinámica y sentimos que fue la mejor manera de terminar ese ciclo”.
Su inspiración y un mensaje parar las mamás
Sobre quiénes la inspiran, Mónica señaló que son muchas mujeres y de diferentes rubros, pero que entre todas elige su mamá. “Ella es la que me enseñó que en momentos de dolor o de adversidad una puede continuar adelante, y que la vida se encarga de darte esa oportunidad que parece que muchas veces no quiere llegar”.
“Considero que todo lo que soy se lo debo a ella. A todo el empuje que ella tiene, a no rendirse jamás, a saber que siempre va haber una oportunidad más, pero que nadie te regale nada y que finalmente vos sos la persona que va a conseguir lo que querés si crees en eso”.
Finalmente Mónica concluye: “El mensaje que le quiero dar a otras mamás, hayan o no estado involucradas en esto, es que se perdonen. Que no piensen que tenían que hacer todo perfecto porque eso no existe, que se animen a limar esas asperezas que a veces quedan, sobre todo con la gente más cercana a uno, que es lo más importante. Tenemos que aprovechar todos los momentos en este trayecto que nos toca y que realmente nos dejemos acompañar, bajemos la barrera y dejemos que las personas se acerquen, perdonemos y también aceptemos que nos perdonen en las cosas que no nos salieron bien”.
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